Un
granjero vivía en una pequeña y pobre aldea. Sus vecinos le consideraban
afortunado porque tenía un caballo con el que podía arar su campo. Un día el
caballo se escapó a las montañas. Al enterarse los vecinos acudieron a consolar
al granjero por su pérdida. “Qué mala suerte”, le decían. El granjero les
respondía: “mala suerte, buena suerte, quién sabe”.
Unos
días más tarde el caballo regresó trayendo consigo varios caballos salvajes.
Los vecinos fueron a casa del granjero, esta vez a felicitarle por su buena
suerte. “Buena suerte, mala suerte, quién sabe”, contestó el granjero.
El
hijo del granjero intentó domar a uno de los caballos salvajes pero se cayó y
se rompió una pierna. Otra vez, los vecinos se lamentaban de la mala suerte del
granjero y otra vez el anciano granjero les contestó: “Buena suerte, mala
suerte, quién sabe”.
Días
más tarde aparecieron en el pueblo los oficiales de reclutamiento para llevarse
a los jóvenes al ejército. El hijo del granjero fue rechazado por tener la
pierna rota. Los aldeanos, ¡cómo no!, comentaban la buena suerte del granjero y
cómo no, el granjero les dijo: “Buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?”.
Fuente: Anthony de Mello
Sadhana, un camino de oración
SAL TERRAE, 1992
Sadhana, un camino de oración
SAL TERRAE, 1992
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