Recientemente debido a la globalización hemos oído hablar de algo
que es cualquier cosa… la autenticidad;
pero,
¿qué es la autenticidad? Las personas últimamente nos han dicho que seamos
originales, yo más bien diría que autenticidad se define más bien en una única palabra: SER. Ser tú mismo y permitir
que los demás te vean de esa forma, sin máscaras, sin disfraces, sin escudos,
sin barreras. Dejando atrás los miedos. Viviendo en la vibración del amor y la libertad del alma.
No hay algo más bonito que un ser humano auténtico. Alguien a quien no le importa el qué dirán y goza de su esencia, con todo y sus defectos y sus virtudes. Alguien que se ama y se acepta así mismo. Alguien que se ve en el reflejo de un lago y no se ve ni más grande ni más pequeño. Se ve y se sonríe.
¿Cuántas veces no nos engañamos a nosotros mismos y pretendemos ser alguien más por el miedo a ser juzgados? Nos llenamos de marcas, lujos, poses, falsas sonrisas, compañías de adorno que nos van convirtiendo en armaduras. Y por más hermosas y labradas que puedan verse esas armaduras, aunque sean de oro, aunque sean de plata, aunque tenga miles de joyas labrados por los mejores herreros del mundo, nunca serán tan hermosas como el color de tu alma.
Pero por el otro lado, dile
adiós a la perfección, no nos lleva a nada bueno. Créeme y lo hemos visto
en miles de ejemplos. Desde mi punto de vista es bueno querer ser lo mejor
posible, la mejor versión de ti mismo
para el mundo; sin embrago seamos honestos, la perfección no existe. Ni los
actores, ni los deportistas, ni las modelos, ni los cantantes, ni nadie en el mundo es completamente perfecto,
es una idea que nos venden los medios.
Enfócate en ser bueno, dar lo mejor de ti sin esperar nada a cambio,
porque la perfección no existe. Si esperas perfección de los demás, jamás estarás
satisfecho. Aunque, tú puedes volver a
cualquier circunstancia lo más perfecta posible para ti, si así lo decides.
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